Wakchakaray
Antes conmemoraban la fiesta Ayamarcas en octubre, pero los españoles cambiaron de fecha al 2 de noviembre, el día destinado al recuerdo de los muertos en la Iglesia Católica.
Los indígenas, muy por la mañana, salen de sus comunidades para visitar el cementerio. Las mujeres cargan sobre sus espaldas los “quipes” de comida. Compran coronas de flores de papel para depositar en las tumbas, especialmente de los niños.
En el cementerio cada familia se sienta en el suelo alrededor de la tumba de su pariente. Tienden un mantel y ponen la comida y comparten con otras familias, incluso de distintas comunidades, haciendo el “ricurishca”. Así como participan los vivos junto a los amigos, los difuntos también “compartirán estos momentos y seguirán unidos”. La fiesta es reciproca, todos dan y a la vez reciben. Se brindan en pilches y platos de barro. Entre tanto un rezador dice oraciones por las almas de los difuntos, de la familia, los amigos, compadres y vecinos.
Cuando una persona muere, asciende al Hanan Pacha, un lugar fuera de este mundo. Allá se purifica y vive en mejores condiciones que en la Tierra. Cuando haya logrado su purificación, volverá a la tierra, Kai Pacha, y será una persona mejor que en la vida anterior. Las personas que han sido muy malas en su primera vida, no ascienden a Hanan Pacha, son condenadas para siempre al Ucu Pacha, un lugar de aniquilación, oscuro y tétrico, bajo la tierra.
Después de permanecer medio día sentados, antes de retirarse, depositan al contorno de la cruz la comida que llevaron y recibieron, con la esperanza de que los muertos se alimenten.